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La informalidad económica: ¿una amenaza o una fortaleza?

La informalidad económica: ¿una amenaza o una fortaleza?

Cuando uno se para a pensar en los grandes males que acechan a nuestra economía, uno de los primeros asuntos que se nos viene a la mente siempre suele ser el de la informalidad económica. La economía sumergida, como la denominan en España, es uno de los problemas elementales a los que se enfrenta la sociedad en todo el planeta, por lo que la Organización Internacional del Trabajo (OIT), así como otra serie de organismos, están, de manera continua, proponiendo políticas para combatirla. 

 
Y es que, cuando hablamos de informalidad económica o economía sumergida, no estamos haciendo referencia a una economía determinada, sino que hablamos de un problema general, que se encuentra presente en muchas economías a lo largo y ancho del planeta. Pues, salvaguardando picos de informalidad económica en economías subdesarrolladas y emergentes, hablamos de que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), integrando un gran elenco de economías desarrolladas entre sus miembros, presenta una economía informal equivalente al 15% del producto interior bruto (PIB). 

 

En Europa, esta cifra asciende hasta el 22%, situándose el elenco de economías desarrolladas por encima de la media que fija la OCDE. Sin embargo, dichos datos, pese a ser relevantes, no dejan de ser uno de los datos más bajos que se conocen. Si atendemos a la informalidad económica que presenta Latinoamérica, por ejemplo, debemos resaltar que hablamos de cerca de 140 millones de personas en todo el continente que, en estos momentos, se encuentran empleados en la economía informal, por lo que su informalidad en el ámbito laboral se sitúa por encima del 50% de los trabajadores. Pero es que, si ese dato lo contrastamos con el PIB, hablamos de una informalidad que supera ligeramente el 40% del PIB; llegando a registrar niveles del 60% en países como Bolivia, o del 70% en países como Guatemala.

 

 

No obstante, número arriba, número abajo, la economía informal es un fenómeno que es muy difícil de combatir. Aunque hablemos de que la informalidad económica en México, por ejemplo, es del 22,5% del PIB, debemos saber que este dato no deja de ser una estimación. Pues, como su propio nombre indica, hablamos de informalidad económica, es decir, dinero que podría encontrarse al margen de la contabilidad nacional, por lo que su presencia no es más que una estimación, ya que es imposible contabilizar una serie de datos de los que no se dispone. Por ello, presenta grandes dificultades a la hora de combatirla, ya que se desconoce el nivel exacto de la misma.

 

A su vez, hablamos de un asunto que, en la teoría económica, no se encuentra plenamente definido. Es decir, se desconoce cómo pueden impactar determinadas políticas en los distintos países, por lo que el riesgo de que estas políticas puedan generar externalidades negativas los lleva seguir apostando por las políticas aplicadas hasta la fecha; y no por aquellas que, de la misma forma que podrían combatir la economía informal, podrían provocar una salida de capitales, así como una fuga de empresas, de aquellos países que traten de revertir la situación. 

 

De la misma forma, por último, la voluntad política, en escenarios en los que la corrupción es un problema estructural del territorio, se convierte en el principal problema a combatir; incluso superando a la propia informalidad económica. Pues, en países en los que la informalidad económica se ha vuelto un negocio para el propio gobierno, acabar con ella requiere de actuaciones complementarias que, en ocasiones, no tienen impacto alguno en la población. Pues, como digo, hablamos de economías que presentan más economía informal que, en este caso, economía en general. 


Pero, ¿es tan mala la economía sumergida?


La economía sumergida, como hemos comentado, es uno de los principales lastres que puede presentar una economía para su correcto desarrollo. Pues, como tal, hablamos de un fenómeno que tiene graves consecuencias en la economía de un territorio. La precariedad laboral, la escasez de recursos públicos para hacer frente a determinadas obligaciones, la falta de competitividad, el bajo valor añadido y la debilidad institucional son algunos de los síntomas que presentan aquellas economías que mayor grado de informalidad poseen. 

 

Y es que, en la economía informal, la protección que el Estado puede ofrecer a un trabajador es mínima, ya que no computa para el propio Estado como trabajador, siquiera. De la misma forma, al no computar, las leyes laborales se incumplen, derivando esto en una mayor precariedad laboral. Asimismo, esto hace que, al no tributar por su trabajo, ni empleado, ni empleador, tengan que responder por su trabajo con el pago de impuestos, lo que limita la capacidad del Estado y merma su fortaleza institucional. Mientras que, por último, el empleo de baja cualificación que suele emplearse en la economía informal produce que el trabajo, además de presentar ese bajo valor añadido, tampoco fomente la competitividad de un tejido empresarial que centra su atención en engañar al Estado y no en competir en los mercados internacionales. 

 

Sin embargo, de la misma forma que se muestran connotaciones negativas de la economía sumergida, la COVID, así como otros escenarios que se observan en el estudio de este fenómeno, nos dejan conclusiones positivas sobre algunos aspectos que, habiendo sido practicados por la economía informal, si han resultado tener éxito en su aplicación. Pues, en ocasiones, tendemos a decir que la virtud está en quedarnos con lo mejor de cada cosa, para aplicarlo y desechar aquello que no sirva. Sin embargo, cuando hablamos de economía informal olvidamos algunos aspectos de esta que tienen un buen resultado, pero que, al englobarlo todo en un mismo fenómeno, pasan desapercibidos. 

 

Esto mismo es lo que ocurre con la flexibilidad en el mercado laboral que ofrecen aquellas economías con mayor grado de informalidad económica. Una flexibilidad que, de la misma forma que merma y precariza la profesión del empleado, le dota de robustez para conservar su empleo a lo largo del tiempo. Una robustez que, en tiempos de COVID, igual que ha resaltado por la poca protección que ofrecían aquellos países con mayor grado de informalidad, sorprende por la escasa necesidad de estos países al destruir menos empleo que el registrado en aquellas economías que, siendo más transparentes, también eran menos flexibles. 

 

La economía sumergida y la flexibilidad en el mercado laboral


Atendiendo a los estudios que ofrece el Fondo Monetario Internacional (FMI), si analizásemos el vínculo entre las variaciones del PIB y del desempleo, se observaría que el mercado informal cumple una función importante durante el ciclo económico. Y esto es lo que ha hecho el organismo internacional, demostrando que las tasas de desempleo en economías con mayor grado de informalidad económica, como las economías emergentes, son menos sensibles a las fluctuaciones del PIB, que en las economías avanzadas, como Europa, por ejemplo.

 
Pues llama la atención que la respuesta de la tasa de desempleo a las variaciones que se producen el ciclo económico es más débil, cuando el país presenta niveles de informalidad más altos. Además, se observa que la informalidad en la región disminuye en los períodos de fuerte crecimiento y aumenta en los de bajo crecimiento. Es decir, la posibilidad con la que cuentan los ciudadanos de entrar y salir del sector informal protege, en parte, a los trabajadores de situaciones como la actual, atenuando el impacto de dicho ciclo en la tasa de desempleo. Por ejemplo, en situaciones en las que una economía de mercado emergente entra en recesión, ya que los trabajadores que en otras circunstancias habrían estado empleados pueden encontrar empleos informales.

 

Todo esto es posible gracias a la flexibilidad que le dota la economía informal, pero que, debiendo quedar bien claro, también podría estar presente, y lo está en algunas economías, sin necesidad de poseer tan elevado grado de informalidad económica. En este sentido, la flexibilidad del mercado laboral es un factor crucial para reequilibrar la economía en respuesta a los shocks y, por lo tanto, para promover el crecimiento económico. Pero en algunas economías latinoamericanas las regulaciones laborales tienden a ser excesivamente rígidas, por lo que, como ocurre en otros países, la motivación viene derivada de la informalidad económica y esa flexibilidad que le acompaña.

 

De acuerdo con estas conclusiones, los resultados indican que las políticas del mercado laboral deben encontrar un equilibrio entre la equidad y la eficiencia. Por esta razón, aplicar una excesiva regulación en el mercado laboral, de la misma forma que protege más al empleado, desincentiva la creación de empleo, a la vez que inhabilita a muchos trabajadores poco cualificados para incorporarse al mercado laboral. Por esta razón, el estudio, de la misma forma que se muestra el gran problema que representa la economía sumergida en la economía, muestra la gran fortaleza que puede representar esta, en momentos de COVID, para determinados países.



Fuente:
economipedia.com

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